7 abr 2013

Sobre los votos monásticos (1521) IX

Haec quaestio movetur, ut videamus naturam libertatis Christianae. Est itaque libertas Christiana seu Euangelica libertas conscientiae, qua solvitur conscientia ab operibus, non ut nulla fiant, sed ut in nulla confidat. Conscientia enim non est virtus operandi, sed virtus iudicandi, quae iudicat de operibus. Opus eius proprium est (ut Paulus Roma. ii. dicit [Röm. 2, 15.]) accusare vel excusare, reum vel absolutum, pavidum vel securum constituere. Quare officium eius est, non facere, sed de factis et faciendis dictare, quae vel ream vel salvam faciant coram deo. Hanc igitur Christus liberavit ab operibus, dum per Euangelium eam docet nullis operibus fidere, sed in solius sua misericordia praesumere. Atque ita heret fidelis conscientia in solis operibus Christi absolutissime, et est columba illa in foraminibus petrae et in cavernis maceriae [Hohel. 2, 14.], sciens certissime, se non posse securam et quietam esse nisi in solo Christo, in omnibus vero operibus propriis non posse nisi ream et pavidam damnatamque manere. Sic ergo discernit et iudicat inter opera Christi et sua. Christi opera apprehendit et dictat in hunc modum: Per haec ego iustificabor et servabor et liberabor ab omnibus peccatis et malis, de quo non dubito, quia in hoc ipsum sunt per eum facta et in baptismo super me effusa, sine his non est salus, non est pax ossibus meis, non est satisfactio peccatorum [Ps. 38, 4.]. Sua vero opera mala videt et damnat, sed in Christi operibus vincit et contemnit, ne sese mordere possint. Potentiora sunt opera Christi ad nos liberandos et pacificandos, quam nostra sunt ad captivandos et terrendos, si tamen hoc credideris. Opera vero sua bona apprehendit et dictat ea facienda gratis ad commodum solum proximi et ad exercendum corpus, nequaquam ad iustitiam, pacem, satisfactionem peccatorum et remissionem parandas. Quia haec non nisi in Christi operibus quaerit et invenit fide constanti, sicut videt Christum fecisse sua opera gratis, ad commodum nostrum et pro usu corporis sui ad voluntatem dei.
Esta cuestión ha sido planteada para que dirijamos nuestra atención a la naturaleza de la libertad cristiana. La libertad cristiana o evangélica es, pues, la libertad de la conciencia, por la cual la conciencia es desligada de las obrás, no en el sentido de que no haya que hacer obrra alguna, sino en el sentido de que no hay que depositar la confianza en obra alguna. Pues la conciencia no es como un poder ejecutivo, sino como un poder judicial, que juzga sobre las obras. Su obra específica es (como Pablo dice en Romanos 2: 15) acusar o excusar, declarar culpabilidad o absolver, infundir temor o conferir seguridad. Por lo tanto, la tarea de la conciencia no es «hacer» algo, sino dictar un fallo sobre lo que se hizo y lo que se debe hacer, y decir qué cosas pueden hacer a la conciencia culpable ante Dios y cuáles la dejan sin cargo. Tenemos, entonces, que Cristo libró a la conciencia de las obras, pues que en su evangelio le enseña que no confíe en obra alguna, sino que se aferre y se atenga sólo a la misericordia de él. Y así, la conciencia creyente se basa, con exclusividad absoluta, en las obras de Cristo, cual «paloma que anida en las hendiduras de las rocas, en las grietas de las peñas escarpadas»[1] dándose perfecta cuenta de que no puede hallar seguridad y reposo sino en Cristo solo y que, en cambio, con todas sus propias obras no puede más que permanecer culpable, aterrada y condenada. Así, pues, discierne y juzga entre las obras de Cristo y las suyas propias. A las obras de Cristo se aferra, y de ellas afirma lo siguiente: por estas obras –de eso no me cabe la menor duda– yo seré justificada y preservada y librada de todos los pecados y males, porque para esto mismo han sido hechas por él y han sido derramadas sobre mí en el bautismo; sin estas obras no hay salvación, ni hay paz en mis huesos[2], ni hay satisfacción por los pecados. Sus propias obras malas empero las ve y las condena, mas las vence en virtud de las obras de Cristo, y las desprecia para que ya no la puedan dañar. Más poderosas son las obras de Cristo, para librarnos y apaciguarnos, que las obras nuestras para cautivarnos y aterrarnos; esto puedes creerlo con toda seguridad. Pero de sus propias obras «buenas», la conciencia también se ase, y respecto de ellas sostiene, que deben ser hechas gratuitamente, sólo para el bien del prójimo y para la ejercitación del cuerpo, y de ninguna manera para proporcionar justicia, paz, satisfacción por los pecados y remisión; porque estas cosas, la conciencia las busca sólo en las obras de Cristo, y allí las halla en una fe constante, así como ve que Cristo ha cumplido gratuitamente «sus» obras, para bien nuestro y para el uso de su cuerpo según la voluntad de Dios.




[1] Cantar de los Cant. 2: 14, versión Nácar-Colunga.
[2] Sal. 38: 3.

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