La Escritura habla de la cristiandad en términos muy sencillos
y de una sola manera, en base a la cual ellos han puesto en práctica otras dos
más.
La primera manera, según la Escritura, es la que define a la
cristiandad como una asamblea de todas las personas en la tierra que creen en
Cristo, como rezamos en el Credo: [293] “Creo en el Espíritu Santo, en una
comunión[1] de los santos.” Esta comunidad o congregación
está formada por todos aquéllos que viven en la fe, la esperanza y el amor
verdaderos. De tal modo que la esencia, la vida y la naturaleza de la cristiandad
no es una asamblea física, sino más bien una asamblea de corazones en una fe, tal
y como dice Pablo en Ef. 4, [5]: “Un bautismo, una fe, un Señor.” Por tanto, aun
cuando estén separados físicamente los unos de los otros por mil millas, son
propiamente una asamblea en espíritu porque cada uno predica, cree, espera, ama
y vive como el otro, tal como cantamos respecto del Espíritu Santo: “Tú que has
reunido las diversas lenguas en la unidad de la fe.”[2] Esto es, pues, lo que significa realmente una
unidad espiritual, motivo por el cual las personas la llaman “comunidad de
santos”. Esta unidad es, por sí sola, suficiente para formar una cristiandad;
sin ella, ninguna otra unidad –sea ésta de lugar, de tiempo, de personas, obra
o de cualquiera otra cosa– forma una cristiandad.
En relación con esto, hay que escuchar también la palabra
de Cristo que, en presencia de Pilato, al ser interrogado sobre su reino,
respondió diciendo: “Mi reino no es de este mundo” [Jn. 18, 36]. Ésta es, en
efecto, una sentencia clara con la cual se separa a la cristiandad de cualquier
comunidad mundana, ya que ella no es [una comunidad] física. Pero este
romanista ciego convierte a la cristiandad en una comunidad física igual que
las demás. Él [Cristo] dice aún más claramente en Lucas 17, [20–21]: “El reino
de Dios no viene de manera exterior, y nadie dirá: ‘Mirad, está allí o aquí’,
pues tened en cuenta que el reino de Dios está en vuestro interior.”[3] A mí me sorprende que semejantes pasajes
claros y contundentes de Cristo no sean considerados más que máscaras de
carnaval por parte de estos romanistas. En base a ellos, todos entienden bien a
las claras que el reino de Dios (así llama Él a su cristiandad) no se encuentra
en Roma y tampoco está ligado a Roma, ni aquí ni allá, sino donde hay fe
interior, ya esté la persona en Roma o en cualquier otra parte. Por tanto, es
una mentira podrida[4] y va contra Cristo, dejándolo por mentiroso,
quien diga que la cristiandad está en Roma o vinculada a Roma; cuánto más, [si
se dice] que la cabeza y el poder que hay allá provienen de un mandato divino.
Además, Él [Cristo] ya vaticinó en Mt. 24, [24–26] la corrupción
que hoy en día gobierna bajo el nombre de la Iglesia romana, cuando afirmó: “Se
levantarán falsos Cristos y falsos profetas en mi nombre, y harán
prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere ello posible, aun a los
escogidos. Así que, si os dijeren: ‘Mirad, Cristo está aquí, en los aposentos’,
no les creáis; o ‘Mirad, allá fuera, en el desierto’, no salgáis. Recordad que
os lo predije.” Pues, ¿[acaso] no habría de ser un error espantoso que la
unidad de la comunidad cristiana –que el propio Cristo apartó de cualquier
lugar o ubicación física y externa para colocarla en un lugar espiritual– sea
contada por estos predicadores de sueños como una comunidad física que, por
necesidad, tiene que estar ligada a un determinado sitio o lugar?, ¿cómo es
posible, qué razón lo puede comprender, el hecho de que unidad [294] espiritual
y unidad física sean una única cosa? Muchos son los cristianos que, aunque están
en la asamblea y unidad físicas, con sus pecados, se excluyen de la unidad
espiritual, interior.
Martín Lutero
Sobre el papado de Roma, contra el famosísimo romanista de Leipzig
[1])
Ein Gemeinschaft (= comunidad, colectividad o
congregación). Así se traduce la communio santorum del Símbolo de los
apóstoles.
[2])
Lutero recoge un antiguo himno medieval del s. XI, cf. K. E. P. Wackernagel,
ed., Martin Luthers Geistliche Lieder: mit den zu zeinen Lebzeiten
gebräuchlichen Singweisen (Stuttgart: S. G. Liefching, 1848), pp. 142–145: “Veni Sancte
Spiritus: reple tuorum corda fidelium, // et tui amoris in eis ignem accende:
Qui per diversitatem linguarum cunctarum // gentes in unitate fidei congregasti.
// Alleluia. Alleluia.”
[3])
RVR: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o
helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.”
[4]) En el original: Dass es
erlogen und erstunken ist. Cf. LSS Nr. 348: Er leuget, das #tin>t (lit. “miente que apesta”).
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