Veis, los cristianos no participan de esta noción del hombre natural y no aceptan que esas cosas sean la fuente del mal o de la infelicidad humana. Sus ideas son menos optimistas por lo que se refiere a la bondad del hombre. De hecho, la cristiandad postula una serie de nociones en sentido contrario. El hombre ha caído. El hombre tiene una tendencia irresistible hacia el mal. El hombre está en rebelión contra Dios. La humanidad está corrompida por el pecado. Pero, ¡caramba! ¿Quién está dispuesto a admitir una valoración tan sombría sobre sí mismo? Y por eso existe la tendencia... incluso entre los cristianos... de rebajar los efectos del pecado en nuestras vidas, en nuestra sociedad y en la historia. Mucha gente está dispuesta a poner cara de radiante felicidad para tapar la cruda realidad de la maldad humana.
Y es que incluso dentro de la cristiandad hay ideas dispares sobre los efectos que tiene el pecado sobre el hombre. Para ser cristiano, uno debe aceptar la caída y la naturaleza pecaminosa del hombre, pero esto no significa que haya una postura unánime sobre las consecuencias que ello tiene, sobre todo, en la conformación de la sociedad y en la historia. Existen dentro de la cristiandad una amplia variedad de opiniones, todas ellas diferentes, en relación a los efectos que el pecado tiene en la naturaleza humana. Por ejemplo, los católicos –que siguen a santo Tomás de Aquino– son los menos dispuestos a creer que el pecado nos haya corrompido totalmente.
Aquí es donde los puritanos, y más concretamente, los calvinistas aportaron algo único en la historia del autogobierno. Los calvinistas creen en la «depravación total». En otras palabras, el pecado ha asolado tan severamente al hombre que ninguna facultad humana se ha visto libre de la corrupción del pecado. El pecado ha dañado todas y cada una de nuestras partes: nuestras mentes, nuestros espíritus, nuestra capacidad de amar, nuestra capacidad de razonar. Todo. El hombre es un completo desastre. De entre todas las marcas y denominaciones de la cristiandad… el calvinismo es la que tiene, sin duda, la opinión más negativa sobre la naturaleza humana. Y por eso a los calvinistas se les pinta como hombres severos y poco amigables, que no sonríen y van vestidos con adustos trajes oscuros y sombreros negros.
Ese es el retrato que la historia hace de nuestros antepasados los puritanos. Y es injusto. Pero lo que es muy, muy justo y muy, muy cierto es que los calvinistas no confiaron el gobierno a hombres poderosos, ya fueran príncipes o reyes, sabios o ricos, ni siquiera aunque fueran personas elegidas democráticamente.
Pero, ¿qué importancia tiene esto en la cuestión de la democracia liberal? Recuerda que nuestra idea de gobierno es consecuencia lógica de nuestra idea acerca de la naturaleza humana. Es más, consideramos nuestra idea de un buen gobierno humano como el inexorable corolario de lo que es "natural" para el hombre. ¿Por qué? Porque sin una respuesta adecuada a esta cuestión no podemos encarar el problema de lo que debe ser el gobierno o cómo debería construirse de una forma adecuada.
Los cristianos y particularmente los calvinistas impulsan una concepción singular de la naturaleza humana, que es a la vez pesimista y singular. Por consiguiente, los calvinistas desarrollan una aproximación original al problema del gobierno humano basada en una concepción del hombre por otra parte desconocida en la historia del mundo. Recordad lo que he dicho antes. Los griegos de época clásica creían que el hombre era bueno por naturaleza. La cultura china cree que el hombre es bueno por naturaleza. Los musulmanes creen que el hombre es bueno por naturaleza. Así pues, en la historia de la filosofía y de la psicología la idea de que el hombre, si se le deja, ocasionará problemas, es una idea realmente impopular y defendida sólo por muy pocos.
Lo que los cristianos sostienen es radicalmente diferente a la sabiduría pergeñada por el mundo. Los cristianos, y particularmente los calvinistas, vienen a decir que algo le pasa a la “naturaleza” humana, en su base, que no está bien. Y considerando los fracasos de la historia humana, de la Grecia y la Roma clásicas, los fracasos de la cultura asiática y de la cultura islámica y todas las otras culturas a la hora de instaurar regímenes democráticos al margen de la influencia cristiana… uno está obligado a considerar el conocimiento y la perspicacia del modelo calvinista acerca de la naturaleza humana y, por consiguiente, del gobierno.
Ahora aquí tenemos un reto. ¿Cómo hacemos un gobierno de hombres cuando todos los hombres son un completo desastre, especialmente si creemos que todas y cada una de las facultades humanas han sido degradadas por el pecado? Bien, este es el problema. Y la solución al problema es el gigantesco logro intelectual de los pensadores protestantes. Es el relato de la Revolución Puritana y de la Revolución Americana que dieron lugar a ello. Estos relatos son las primeras lecciones en el maravilloso relato del desarrollo calvinista de la democracia liberal.
Este artículo apareció en la edición de primavera de 2003 de Logon.
Ahora aquí tenemos un reto. ¿Cómo hacemos un gobierno de hombres cuando todos los hombres son un completo desastre, especialmente si creemos que todas y cada una de las facultades humanas han sido degradadas por el pecado? Bien, este es el problema. Y la solución al problema es el gigantesco logro intelectual de los pensadores protestantes. Es el relato de la Revolución Puritana y de la Revolución Americana que dieron lugar a ello. Estos relatos son las primeras lecciones en el maravilloso relato del desarrollo calvinista de la democracia liberal.
Este artículo apareció en la edición de primavera de 2003 de Logon.
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