1. Cristo, el Dios de la alegría.
Primavera 1533
[WATr 1, 243 (n.
522)]
«Es Cristo el Dios de la
alegría, como con frecuencia manifiesta el texto: ‘Alegraos’, ‘Regocijaos’,
etc. Así es Cristo. Porque tenéis un Dios propicio, que no os quiere apretar el
gaznate. Un cristiano puede y debe ser muy jovial. Si no lo es, es que está
tentado por el diablo. Cierto día, en mi huerto, cerca del lavadero, me sentía
yo víctima de una viva tentación. Entonces me puse a cantar el himno: Cristo,
te debemos alabanzas. Sin eso, allí mismo hubiera perecido».
2. La divinidad de Cristo. 1531-1535
[WATr 1, 573 (n.
1159)]
«Los evangelistas y los
apóstoles deliberadamente se han abstenido de llamar con claridad ‘Dios’
a Cristo, para que no les pudiera parecer a los judíos que se relegaba a su
Dios, lo que hubiera proporcionado a los judíos la ocasión de perseguir a los
apóstoles con el pretexto de que predicaban un nuevo Dios y querían relegar y
suprimir el antiguo y verdadero Dios. Sin embargo, en todo momento aquellos
atribuyen a Cristo obras divinas y omnipotencia, con lo cual están indicando
veladamente que Cristo es Dios».
3. El papel mediador y salvador de
Cristo. 1 de enero-23 de marzo 1532
[WATr 2, 66 (n. 1351)]
«Únicamente por arte del
cristianismo me aparto de los pecados, me desentiendo por completo de ellos y
me vuelvo solo hacia la justicia de Cristo, de manera que sé que la piedad, los
méritos, la inocencia y la santidad de Cristo son mías con la misma certeza con
que sé que este cuerpo es mío. Vivo, muero y en mi muerte voy a Él, porque Él
murió por nosotros y por nosotros volvió a resucitar. Yo no soy piadoso, pero
Cristo sí lo es. En su nombre fui bautizado, recibo el santo Sacramento y soy
un alumno del catecismo; Él es quien nos acoge, tan solo porque confiamos en
Él».
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